Todos los concursantes pusieron sus máquinas a funcionar, pues el jurado cada vez lo pone un poquito más difícil para unir en 150 palabras con  la frase mascar con ganas a las tres palabras obligatorias de esta edición embarcación, murciélago y trillo. El resultado, unas magníficas narraciones de sentimiento y sentido. Os invitamos a disfrutar los relatos ganadores:

Relato GANADOR

AÑORANZAS de Mª Carmen Becerra García

Era la primera vez que entraba sola en la casa de La Cala. Por más que esperara, esta vez no vendrías. Al abrir la puerta me invadió el aroma de nuestro hogar. Un murciélago colgaba cabeza abajo mirándome fijamente. Grité. Pero ni se inmutó.

Mis manos temblorosas rebuscaban unos papeles en un cajón, al fondo había una fotografía en la que tu padre sentado en un trillo te tenía en su regazo. Aquel día te sentiste importante por llevar las riendas del mulo.

Recuerdo aquellos atardeceres en el porche. Te observaba mascar con ganas aquel tabaco mentolado que tanto te gustaba, mientras yo vivía en mi letargo de escritura. Más tarde te ibas a pescar en tu embarcación <>.

Me acosté en el sofá, envolviéndome con la manta que habías utilizado los últimos días, antes de ir al hospital. Cerré los ojos y mil lágrimas brotaron de ellos.

 

FINALISTAS

EL OCASO DE LA PÉRDIDA de Beatriz Cerón

A Juan

Hoy supe que la palabra chicle viene del náhuatl. A veces las acciones más simples traen los recuerdos más complejos. Mascar con ganas este chicle me ha transportado a aquellas mañanas veraniegas a la sombra de la embarcación del tío Abelardo, en mi playa preferida de El Rincón de la Victoria, donde el tiempo se hacía pompa infinita del ocaso y los murciélagos, con sus aleteos alegres, nos daban las buenas noches. Todos los primos. ¡Qué curioso este mundo, redondo como una pompa!, ¡un mismo mar tan lejano! Todos menos uno y es que algunas pompas se explotan por el trillo de la pérdida.

EL RETORNO DEL CAPITÁN  de Cristóbal Luis Becerra González

Entre el clamor de las olas en suave marejada y el ronroneo silencioso e incesante del motor, el tintineo constante de los aparejos que el trascurrir de los años había hecho cambiar del latón y la madera al crujido frío del acero y el sordo ruido de la moderna fibra, la sensación era que lo único que había permanecido indemne era el lamento de las aves.

En esas reflexiones y en mascar con ganas tabaco sueco, ocupaba el tiempo un viejo lobo de mar en este último viaje, el de retorno, viendo acercarse las luces parpadeantes de la costa que cincuenta años atrás tuvo que dejar, abandonando el granero, el trillo y el guano de los murciélagos.

Apenas recordaba aquel día, en el que siendo apenas un guaje su madre lo montó en el viejo tren que serpenteaba entre acantilados y agujeros de misiles italianos, hasta aquella embarcación mercante…