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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Carta abierta de Rocío Calderón a la ciudadanía

Escribo estas líneas, en un momento en que todo pasa por mi mente. Se queda en mi un sabor agridulce, que por un lado me anima a seguir trabajando y por otro me hace entrever lo sucia que puede llegar a ser la politica. Vaya novedad, pensaréis, lo sé. Pero siempre he pensado que la política no es sucia. Es una buena herramienta si se hacen las cosas bien. Sucias son las personas que hacen mal uso de ella.
Rocío Calderón en un establecimiento adherido.
Rocío Calderón en un establecimiento adherido.
Carta abierta de Rocío Calderón a la ciudadanía

Quiero contaros una historia, mi historia y el motivo de esta carta.

Todo ocurrió en Semana Santa. Fui al centro comercial con mi hijo de 6 años. Tiene autismo. Había una larga cola. A diferencia de otras ocasiones, decidí quedarme y esperar. Tenía que normalizar una situación cotidiana que se va a encontrar a lo largo de su vida: esperar la cola.

Pasados los 5 minutos, empezó a inquietarse. Lo sé, le ocurre a muchos niños y niñas. La excepcionalidad de un niño con TEA es que procesan la información de forma diferente, les llega toda a la vez, no hay filtros y por eso necesitan más tiempo para ir asimilando. Luego, el hecho de que todos esos estímulos sonoros, visuales los procese a la vez puede dar lugar a un desajuste sensorial que les causa malestar, incluso dolor. ¡No es un niño malcriado! No grita por eso, no aletea por eso, no llora por eso, lo hace porque en ese momento toda esa situación le supera.

El gran desconocimiento del autismo por parte de la sociedad provoca que se les mire con cara de desaprobación, de rechazo, de discriminación, cuando les vemos gritar, saltar, aletear, dar palmas; pensando que son niños y niñas consentidas. No olvidemos que el autismo es la gran discapacidad invisible.

Como decía, mi hijo se puso a saltar, gritar, dar palmas. Intenté calmarlo dando paseos por la tienda, ante la mirada de desconocidos, donde podías leer en su mirada: “llevate a tu hijo de aquí, que molesta”.

Justo la chica de delante, me sorprendió, llevaba todo el tiempo ausente con el móvil, pero al percatarse de mi cara de angustia, decidió dejarme pasar. Dos minutos que se me hicieron eternos entre pagar y retener a mi hijo. Cuando salimos, me dirigí al coche donde arranqué a llorar. Nunca antes me había pasado vivir una situación de angustia pero sobre todo de tristeza, no por mi, sino por él. Me sentía como si fuera un deshecho de la sociedad, como si no tuviera derecho a ir de compras con mi hijo.

En ese momento hice dos cosas: la primera enviar un audio a Sandra, en ese momento pensé en ella, era la única persona que podría entenderme al 100%. Un audio desgarrador, hoy vuelvo a escucharlo y me estremece.

En segundo lugar, tras reflexionar sobre lo decidido, tenía que hacer algo para que esto que había vivido y que seguramente muchas familias con miembros TEA habrían sufrido tenía que cambiar, no podía permitir que situaciones así se vivieran, ni el dolor de la familia ni el rechazo de la sociedad por desconocimiento.

En ese momento era Rocío, la madre, no había nada más, ni siquiera la mujer política.

Me puse en contacto con el Presidente de Diputación para proponerle algo. Era necesario que los espacios estuvieran preparados, que el personal estuviera formado y así poco a poco concienciar a la sociedad sobre el autismo.

Así fue, me reuní con representantes políticos que vieron una buena y necesaria iniciativa y al tiempo lo presenté como moción de IU Rincón para que naciese la iniciativa en mi municipio y reforzar más aún la iniciativa.

Se trataba de un Protocolo donde los comercios se adhieran. Formar al personal de los establecimientos, centros comerciales. Un distintivo de ese comercio de que está concienciado con el autismo. Y por último, una tarjeta para usar en momentos de crisis sensorial, al igual que en supermercados hay cajas preferentes.

Viendo que pasaba el tiempo y no se hacía nada, me propuse con mis compañeras de Autismo en Positivo, patearnos los comercios de la provincia, informarles e invitarles a adherirse como establecimiento amigo del autismo. Los gastos corrían de nuestro bolsillo.

Han pasado 8 meses y hoy me llega esta noticia. “LA DIPUTACIÓN DE MÁLAGA CREA ESPACIOS ACCESIBLES PARA PERSONAS CON AUTISMO Y OTRAS NECESIDADES COGNITIVAS”.

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Sentimientos encontrados. Por fin, mi iniciativa ha visto la luz y eso me hace muy feliz porque la intención de este protocolo es la de quitar sufrimiento a muchas familias  a la hora de salir a hacer compras.

Por otro lado, nace en mí la necesidad de reflexionar sobre la política y las personas.

Quien me conoce, sabe de mi larga experiencia en ayudar al sector asociativo de la provincia así como al sector cultural. Cuando me propusieron entrar en política, mi principal motivación era la de usarla como herramienta para transformar la sociedad, sobre todo que me sirviera para llevar a cabo iniciativas para mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables.

Pero, ¿la política a cualquier precio? ¿Está antes el cargo político o la persona?

He aprendido mucho con toda esta situación. Cuando me ocurrió esta mala experiencia, lo único que veía en mi era una madre que sufría por su hijo, porque la sociedad no estaba preparada para empatizar con él , para entenderlo y para respetarlo. Tal fue así, que pedía ayuda a la Diputación de Málaga, sin ver colores ni ideologías, porque mi principal objetivo era que esta iniciativa que había nacido en mí se llevara a todos los rincones de la provincia.

Sin embargo, el señor presidente de Diputación hoy no se ha acordado de esa mujer que habló con él hace unos meses, rota de dolor pidiendo ayuda, con una idea que cambiaría un poco esta sociedad hacia la inclusión. No he sido invitada a la presentación, ni siquiera como Presidenta de Autismo en Positivo.

Ha quedado retratado. Ha sido un buen estratega político, pero ¿dónde dejó a la persona? Seguramente donde él vea muchas familias que votan, yo veo muchas familias sin sufrimiento; y me veo a mi, de compras con mi hijo ante miradas desconocidas que empatizan un poco más.

Atentamente,

Rocío Calderón, madre.