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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 09:28

El maestro titiritero

Se dice, se comenta, que en el ayuntamiento sólo hay una voz, o dos, dependiendo de si el alcalde está de ausencias productivas. Cuando está, lo que se ve es que sólo habla él. Generalmente es lo que se llama portavoz, aunque en este caso es más bien un caso de megalomanía con aires de superioridad y de discursos de ninguneador.

El tiriritero
El maestro titiritero

El pasado pleno del 30 de Octubre fue el “no va más”. Los 12 (que no apóstoles ni los del pátibulo) acompañan a su Ilmo. como rémoras al pleno y sólo asisten para subir los brazos en las votaciones accionados por el resorte del titiritero. Mientras tanto, las marionetas se dedican a jugar con el móvil o a desfilar  al baño durante las intervenciones de la oposición, en una pasarela con escasa atención ciudadana.

Algunos momentos del pleno me recordaron aquel famoso concurso de “los comodines” que presentaba Carlos Sobera. Ante preguntas de la oposición los con-sabidos muñecos de trapo permane-cen inánimes, y a falta de un “pido el comodín del alcalde”, este maestro del guiñol responde a todas y cada una de ellas. “¡Bueno, responde!”. El maestro titiritero, de prosa fácil y discurso vacío, llena los minutos de su intervención con respuestas vanas acudiendo a los manidos “usted más” o “es que a usted ya le conocemos”, con la desidia y la desgana de quien está en otro sitio, por encima de todos.

El titiritero responde como monologuista experto con recursos de teatro de tragicomedia, con gesticulaciones y muecas dramáticas para poner voz a las explicaciones de los personajes que hacen, por ejemplo de concejala, de jardines o de comercio, y que más allá de responder, a lo más que llegan es o a llorar o a recitar un exaltado y pregrabado “estamos trabajando en ello”.

Nuestro titiritero es sin embargo amateur en otro género del entretenimiento, el teatro de farsa, en el que los personajes de trapo discuten sobre a quién le pertenecen unas ratas y unas pulgas, “si son de alcantarilla son de uno y si son de campo son de otro”. Como buena obra de farsa, las verdades incómodas salen a la luz, in-controladas, afiladas, hirientes y vergonzantes, la realidad de una inhabilidad para hacer o decidir, para decir e incluso asumir.

Pero nuestro monologuista experto amante del micrófono, de verbo fácil y aspiraciones cortesanas, responde por todos para no responder por nada, que para eso es el maestro titiritero, y se debe a su público.